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La apropiación de las tecnologías y las competencias en la educación aportando en la construcción del lazo social

La apropiación de las tecnologías se concibe como un proceso que acontece en un espacio socio histórico determinado, mediante el cual los sujetos desarrollan una posición activa y participativa en torno a ellas. En este sentido, la apuesta por la apropiación de la tecnología se vuelve, al decir de Morales (2017), una apuesta política posible y necesaria, en tanto se trata de lograr no sólo el acceso a las tecnologías digitales, sino que el vínculo con las mismas permitan a las personas generar transformaciones en su realidad cotidiana y en la vida social de la comunidad en la que se desarrollan. Para que esto sea posible, se deben tener en cuenta las condiciones de posibilidad, dadas por la disponibilidad de los objetos en los contextos, el conocimiento del objeto, incluyendo aspectos relativos a su origen e historia, la reflexividad, entendida como la posibilidad de elucidar las relaciones de las personas con las TIC, las competencias expansibles y transponibles –dentro de lo cual subyace la representación de qué se puede hacer con el objeto–, así como los usos y la gestión de las TIC en términos de cuáles son las prácticas que posibilita y las decisiones que permite tomar (Morales, 2017). 

En consecuencia, las estrategias que apunten a generar vínculos con las TIC en términos de apropiación social deben tener en cuenta estas dimensiones, los sentidos que las personas atribuyen a los recursos tecnológicos, los usos que efectivamente les dan y los que podrían tener, así como las competencias que les permitirían desarrollar y aprovechar todo su potencialidad. Pero además, siguiendo a Cabello (2017), es necesario conocer también cómo se representan en las personas los procesos que dan origen a las tecnologías y si sienten que tienen posibilidades de participar en ellos.

De esta manera, la apropiación de las TIC se va a comprender no sólo por las posibilidades de que la misma adquiera un sentido en la vida de las personas, sino por el contenido representacional que se le atribuya, en tanto los sentidos que construyen las personas en relación a la tecnología y a su proceso de construcción histórica serán fundamentales en su accionar con ellas. Se establece así la necesidad de comprender los vínculos con las tecnologías no sólo en los contextos materiales que se producen, sino especialmente simbólicos (Cabello, 2017). 

Resulta entonces relevante que la inclusión de tecnologías en la educación esté orientada por conceptualizaciones que refieran a la apropiación de la tecnología y la construcción de competencias desde un enfoque complejo, pero priorizando la construcción del lazo social, en el entendido de que educar implica inscribir al sujeto y otorgarle una filiación simbólica (Frigerio, 2008). Ello implica concretar una política cultural, un trabajo de conocimiento y reconocimiento, de memoria, para dar lugar al otro como semejante, con sus deseos y su singular relación con los saberes (Frigerio, 2008). 

Desde este enfoque, las discusiones sobre la enseñanza en la actualidad debieran considerar la realidad de los estudiantes en sus contextos para promover la construcción de competencias en espacios singulares, donde cada estudiante se sienta reconocido como un otro con saberes, deseos y perfiles que le permita orientarse hacia distintos campos de conocimiento. En este sentido, sigue siendo responsabilidad estatal la generación de políticas educativas que brinde soporte infraestructural al acto educativo, apuntando al fortalecimiento de las instituciones educativas como espacios de afiliación para que los y las estudiantes desarrollen las competencias que necesiten de acuerdo a sus deseos, sus necesidades y su particular relación con los saberes circulantes.
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